Todo parece indicar que la Agricultura de Conservación tendrá un hueco en los eco-esquemas de la nueva PAC, tanto la práctica de siembra directa, como la práctica de cubiertas vegetales, cubriendo de esa manera todo el abanico de posibilidades de implantación en cultivos herbáceos y leñosos.
Tras un periodo de intensas negociaciones entre el Ministerio de Agricultura y las Consejerías del ramo de las Comunidades Autónomas, celebración de reuniones de grupos de trabajos y reuniones sectoriales que tuvieron lugar el pasado mes de julio, ha visto la luz un borrador de propuesta de eco-esquemas que esta vez sí que tiene visos de ser una versión casi definitiva sobre la cual avanzaren el articulado durante el último cuatrimestre del año.
En dicha propuesta toma cuerpo el establecimiento de dos tipos de eco-esquemas, uno llamado principal, en la que se contemplan por un lado prácticas relacionadas con la agricultura baja en carbono y por otro las llamadas prácticas de agroecología, y otro llamado eco-esquema complementario, en el que tendrán cabida prácticas de agricultura de precisión.
La idea es que los agricultores puedan acogerse de manera voluntaria a un máximo de dos prácticas para una misma superficie, una de ellas correspondientes al eco-esquema principal, y otra correspondiente al eco-esquema complementario.
En el caso que nos ocupa, en el borrador la Agricultura de Conservación cuenta con tres prácticas incluidas en el eco-esquema principal dentro del apartado de agricultura baja en carbono. Una de dichas prácticas es la referida a la siembra directa, aplicable a las superficies con cultivos de secano y limitada a zonas de alto riesgo de erosión o desertificación, y las otras dos son las referidas a cubiertas vegetales vivas y cubiertas vegetales inertes aplicables a superficies con cultivos permanentes y en principio, sin ningún tipo de limitación respecto a la pendiente. Los distintos importes por hectárea que se proponen estarían en 47 € en el caso de la siembra directa y entre los 55 € y 138 € en el caso de las cubiertas vegetales, variación que iría en función de si la cubierta vegetal es viva o inerte y de la pendiente del terreno sobre la que se aplicaría la medida.
La inclusión de este tipo de prácticas en los eco-esquemas viene a reconocer el importante papel que la Agricultura de Conservación juega, no sólo en el secuestro de carbono y, por tanto, en la mitigación del cambio climático, sino también en la recuperación de suelos degradados. No hemos de olvidar que el principal problema medioambiental que tenemos en España es la erosión y degradación de los suelos.
Aunque esto es ya de por sí un avance importante en el apoyo y el reconocimiento administrativo a este tipo de prácticas, muchos interrogantes existen todavía respecto a cómo será el articulado definitivo de las medidas. Para empezar, la limitación de la aplicación de la práctica de siembra directa a zonas de alto riesgo de erosión o desertificación puede dejar fuera a muchas explotaciones que vienen implantando esta práctica desde hace varios años y con ello mejorando los servicios ecosistémicos. Además, en el borrador no se explica cuáles son esas zonas o qué criterios se van a seguir para definirlas. De igual manera, la siembra directa es una práctica que goza de predicamento también en cultivos de regadío, por lo que, en principio, también quedarían fuera de los criterios de elegibilidad. Por otro lado, la limitación de acogerse a una sola práctica en el eco-esquema principal influirá en los agricultores a la hora de elegir cuáles de las prácticas propuestas se adecuan mejor a su explotación, lo que merma la posibilidad de que nuevos agricultores se sumen a las prácticas de Agricultura de Conservación, mermando su capacidad de expansión y por tanto, de mejora sustancial de las condiciones del suelo en nuestro país.